La impermanencia: el camino hacia la plenitud
- Isa Correa
- 22 feb 2020
- 3 Min. de lectura
La vida siempre me ha dado la oportunidad de tener escenarios de aprendizaje al lado de personas maravillosas, esta vez no fue la excepción.

Por casualidades que no son casualidades terminé en un templo budista en lo alto de la Sierra Nevada de Granada haciendo un retiro que se llamaba: “Cómo lidiar con la muerte”. Llegué sin expectativas, solo con el deseo de vivir una experiencia de aprendizaje al lado de mi mejor amiga. El retiro fue dirigido por un ser humano hermoso, no hablaba nada de español pero no eran necesarias las palabras, su sola presencia ya lo decía todo, en sus ojos solo habita paz y en su sonrisa tímida una gran dosis de esperanza.
Todo se prestó para que el aprendizaje fuera profundo, el lugar que puedo decir... único en lo alto de una montaña llena de vegetación, de silencio. Hay muchas estatuas de buda, aprendí que hay muchos budas, no hay electricidad en los caminos, solo la necesaria en las habitaciones, la comida era vegetariana así que cada desayuno, almuerzo y cena se convirtieron en una experiencia de colores, sabores y formas. En las horas de descanso la invitación fue al silencio, no solo para estar en una actitud reflexiva sino también para respetar el silencio de las personas que vienen a hacer retiros de silencio de larga duración.
Todas las personas encargadas de OSeling, que en tibetano significa lugar de luz clara, en su mayoría voluntarios, nos acogieron como si fuéramos familia, desde el silencio con sus miradas y gestos de bondad me sentí amada y acogida.
Si me preguntan que me traje de esta experiencia, a parte de todas esas personas increíbles que abrieron su corazón y dejaron sus vidas al descubierto, me traje la impermanencia como una manera bastante posibilitadora de percibir la vida y vivirla.
La muerte sigue siendo un tema bastante tenebroso, por lo menos en el entorno en el que vivo y dedicar tres días de un retiro para hablar de ella pareciera descabellado. Sin embargo, más que de la muerte hablamos de la vida y de lo simple y sencilla que es vivirla cuando nos disponemos al aprendizaje y a danzar a sus ritmos.
La #impermanencia una palabra poco común en nuestro vocabulario occidental nos recuerda que lo único que es permanente es el cambio, todo está en constante movimiento y el éxito para vivir una vida plena y feliz es interiorizar y aceptar esta condición.
Tener la capacidad de amar sin depender, de desarrollar cada escenario de nuestra vida desde el asombro y desde la libertad, lo que sugiere un gran reto para nuestras creencias donde las palabras siempre y nunca son protagonistas en nuestros discursos. El último año de mi vida ha sido el escenario perfecto para entrenarme en esa impermanencia y te quiero compartir tres sencillas practicas que me han ayudado en este proceso:
Vive en el presente: recordando que cada día es un regalo, una oportunidad única para vivir. Nada puedo hacer por el ayer, es historia, y la mejor manera de planear el futuro ¡es con lo que haga hoy!
Suelta: esto es un proceso de vida, sin embargo, un primer gran paso es soltar los juicios, dejar esa práctica de estar calificando todo y enmarcándolo en bueno o malo, adecuado o no... si logras soltar los juicios entonces tu mente estará en un estado de paz que disfrutarás mucho.
Respira y medita: este es el medio a través del cual puedes experimentar los dos pasos anteriores. Cuando respiras te haces consiente del momento presente, y cuando estás presente no hay espacio para los juicios, solo para el gozo infinito que es vivir.
Hacernos amigos de la impermanencia nos libera del sufrimiento de los apegos y nos permite vivir una vida plena en conciencia y feliz.
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